LOS COJINES 

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Me pregunto si todavía andan por allí los cojines que mandé a hacer con el tapicero hoy hace exactamente 40 años. La última vez que supe de ellos fue un lunes 23 de agosto de 1982, porque cuando llegué a la tapicería aún no estaban listos: "Regrese en dos horas, güerita", me dijo con la boca llena de tachuelas.

Eran las 5 de la tarde y no sabía a dónde dirigirme para hacer tiempo, de pronto recordé que muy cerca de allí, en la Avenida Revolución se encontraban las instalaciones del Uno Más Uno, el diario de oposición de esa época. Al cabo de 15 minutos llegué a las calles de Corrigio, en la colonia Noche Buena. "Quisiera hablar con el jefe de redacción, por favor", le pedí a una secretaria de pelo muy largo y muy lacio.

-El Sr. González Narváez está en junta.

-¿Lo puedo esperar, señorita? Tengo tiempo.

Veinte minutos después salió un señor de baja estatura, delgado y con anteojos cuyos marcos prácticamente cubrían toda su cara. En la mano llevaba varios papeles, se veía nervioso.

-¿Le puedo quitar 10 minutos? Estoy en el taller de Elena Poniatowska y acabo de ganar el segundo lugar de un concurso de cuento. Quiero escribir en el Uno Más Uno, pero preferiría no firmar con mi nombre.

-Mire señora, aquí uno se responsabiliza por lo que uno escribe. Además, su asunto no es conmigo, es con el subdirector del periódico.

En seguida me dirigí a la oficina de Miguel Ángel Granados Chapa, quien se encontraba de espaldas escribiendo a máquina con dos dedos. Una vez que se volteó, le dije lo mismo.

"¿Le puedo quitar 10 minutos?".

Para no hacerles el cuento largo, al día siguiente le mandé mi texto con el office boy de la empresa donde trabajaba yo. Por la tarde me llamó por teléfono y me pidió la autorización de publicarlo.

"Sí, pero con un seudónimo: Clara Garay".

A partir de ese día, no he dejado de publicar, durante cuatro décadas, en varios medios. ¿Cuántos textos se habrán acumulado en todos esos años? Tal vez los suficientes para formar una pequeña biblioteca.

He escrito de todos los temas imaginables, desde suicidios, minibiografías, crónicas, críticas de la elite de la sociedad mexicana, entrevistas, pero, sobre todo, acerca de política mexicana.

En ese lapso me he ganado a pulso muchas enemistades, pero también centenas de lectores. He escrito, sana, enferma, con ganas, con prisas, alterada, tranquila, con calentura, padeciendo el desamor, desvelada y hasta en estado inconveniente.

Me tengo prohibido dejar plantado al lector o lectora, para mí lo fundamental es dar cumplimiento con ese lector anónimo, sea como sea. Así ha sido en los últimos 40 años de mi vida.

La escritura y la lectura van de la mano, aunque he escrito más de lo que he leído, lo cual me provoca una cierta inquietud. Debo decir sin embargo que antes de escribir un texto procuro prepararme lo mejor posible, leyendo sobre el tema, empero en tratándose de periodismo a veces las noticias nos ganan y termina una escribiendo de temas que ya no resultan la nota. He de decir que, a pesar de no haber recibido una formación académica, también soy escritora.