Ciudad Victoria, Tamaulipas.- En una pequeña plaza entre las calles 6 y 7 Mutualismo, en Ciudad Victoria, la figura de doña María Guadalupe García Castillo, mejor conocida como "Lupina", es un símbolo de fortaleza y perseverancia. Con 73 años de edad y más de cinco décadas dedicadas a vender gorditas, flautas y enchiladas, Lupina sigue siendo una inspiración para todos los que conocen su historia.
Un Ritual que No se Detiene
A las cuatro de la mañana, cuando la mayoría aún duerme, Lupina ya está de pie, preparando los taquitos que cada día alimentan a generaciones de alumnos y vecinos. Desde hace 53 años, su puesto en las afueras de la escuela primaria Himno Nacional Mexicano, en la colonia Mainero, ha sido un punto de encuentro, una tradición que se mantiene viva.
"Mis hijos ya no quieren que trabaje, pero yo voy a seguir vendiendo hasta que Dios me lo permita", dice mientras atiende con una sonrisa a quienes fueron sus clientes cuando eran niños y ahora regresan, convertidos en padres, para comprarle a sus propios hijos.
Sacrificios y Triunfos
Con su trabajo incansable, Lupina sacó adelante a sus seis hijos. "Tuve seis hijos, dos ya se me murieron. Algunos estudiaron la preparatoria, otros el tecnológico, y uno incluso la carrera de criminología", comparte con orgullo.
No fue fácil. Su esposo la abandonó cuando los niños eran pequeños, dejándola sola para enfrentar las dificultades. "Él se burlaba de mí, decía que con seis hijos no iba a poder salir adelante. Pero gracias a Dios, sí pude", recuerda mientras destapa las charolas con sus enchiladas recién hechas.
Una Historia de Perdón y Resiliencia
Años después, cuando su esposo enfermó y enfrentó problemas económicos, buscó a Lupina y a sus hijos para pedirles ayuda. "Mis hijos lo ayudaron, porque son buenos y además era su padre, aunque los abandonó muy pequeños y nunca les dio nada".
Este gesto de bondad y perdón refleja los valores que Lupina ha inculcado en su familia, incluso en medio de las adversidades.
El Trabajo, su Motor de Vida
A pesar de los problemas de salud que enfrenta, Lupina no se rinde. “Sigo trabajando porque es lo que me mantiene viva y feliz. No puedo quedarme quieta, este es mi lugar”.
Si alguna vez estás en Ciudad Victoria, no dejes de visitar el puesto de esta admirable abuelita. Lupina llega puntualmente a las 7 de la mañana y se retira a la 1 de la tarde. Comprar sus taquitos no solo es disfrutar de un delicioso bocado, sino también apoyar a una mujer que, con su esfuerzo, ha dado ejemplo de lo que significa nunca rendirse.
Una Invitación a la Solidaridad
Historias como la de Lupina nos recuerdan la importancia de valorar a quienes, día a día, construyen comunidad con su trabajo y dedicación. Si tienes la oportunidad, pasa por su puesto, salúdala y llévate un poco de su sabiduría junto con unas deliciosas enchiladas. Tu visita hará más que llenar tu estómago; llenará su corazón.