Historias Cotidianas: Doña Irma vende sus nopalitos para sobrevivir 

Todos los días carga su pesada mochila desde una colonia de las que no tienen agua ni luz. 

 

Ciudad Victoria, Tamaulipas

 De la madera de doña María Irma Soto Rodríguez ya no hay; a sus más de 70 años de edad la mujer se viene en el microbús con una mochila cargada de nopales.

Ella vive en una colonia donde sus habitantes no cuentan con agua potable ni energía eléctrica, mucho menos con servicio de transporte público, el sector se llama ampliación Valle Soleado.

“Yo camino por un lugar muy oscuro, y con mucho monte para poder llegar hasta donde pasa el micro, porque en mi colonia no pasan”, dice mientras se saborea un café.

Y es que, como lo ha venido haciendo en los últimos 20 años, doña María Irma llega desde muy temprano a la esquina del siete bulevar Praxedis Balboa a vender sus bolsas de nopalitos.

Contrario a lo que muchos piensan, las ventas no son tan buenas, con las 40 bolsas de nopales que vende a diario, en 15 pesos cada una, apenas le alcanza para sobrevivir.

“El cajón de nopales me lo venden en 450 pesos y a veces, como ahorita, el nopal viene muy macizo y la gente no lo quiere así, batallo para venderlo”, platica.

Aquí doña María Irma, por su noble corazón, es muy querida por sus compañeros vendedores ambulantes, algunos la llaman mamá y otros la llaman abuela.

Por ello, aunque venda poco prefiere estar aquí, a estar sola en su casa, pues hace 12 años su esposo, con el que tuvo 11 hijos, falleció.

“Cuando yo me casé con mi esposo él ya era un señor grande, me llevaba 30 años de diferencia, aún así llevamos una vida muy bonita juntos, yo fui muy feliz a su lado”, dice.

Tan feliz fue doña María Irma con su esposo que tuvo 11 hijos.

Fue, añade, en la colonia Azteca donde vivió con su esposo, pero vendió la casa para irse a vivir a la colonia Valle Soleado, ahí vive en una casa de palma donde cocina con lumbre.

Pese a sus carencias, y a sus problemas de vejiga (ella cree que es por los pesados cajones de nopales que carga), doña María Irma es una mujer agradecida con Dios.

“Yo solo le pido a Dios que me dé salud, de lo demás me encargó yo”, concluyó diciendo está admirable mujer.

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